26 oct 2015

Homenaje a las cosas cotidianas

Qué poco caso les hacemos a las cosas cotidianas. Y nos nos damos cuenta de lo importantes que son para nuestra vida diaria.

Prestémosle atención al desayuno, ese desesperado que nos recibe cada mañana sin más razón que la de ser devorado.
O qué me dicen de la almohada, aguantando pesadillas, sudores y lágrimas desde nuestra más tierna infancia; aunque bien es verdad que quizá es también el único testigo que tiene plena memoria de todos nuestros sueños.
El edredón, que, por cierto, es con lo que todos soñamos en invierno, es aquella cosa cotidiana que todas las noches te abraza, te arropa, te da calor, y que por las mañanas aguanta el hecho de que no hagas la cama, y te espera frío y desordenado hasta la noche.
Los calcetines. Una pareja trabajadora bajo condiciones no demasiado agradables. Hace tiempo que dejó de existir el Sindicato del Remiendo y cuando ya no sirven para el oficio se les jubila sin indemnización.
Por no citar las verdaderas condiciones inhumanas del papel higiénico o el cepillo de dientes. Están más que sabidas, cierto es, pero que sepan que me acuerdo.
El postre. Un elemento fundamental. Alguien que siempre tiene algo dulce que ofrecer para que no te vayas con mal sabor de boca.
O el lapicero, por ejemplo, que parecemos tenerlo en menos estima que su eclipsante compañero de trabajo, el boli. Sin embargo el lapicero sí nos permite errar y reparar, a pesar de que lo tajemos sin piedad con el sacapuntas enfebrecidos por un trazo más fino. Ahora, con la modernización, ha llegado el portaminas, más cómodo y práctico, y el lápiz ha pasado a ser un elemento prescindible en todo estuche, a pesar de ese olor a madera, tan único, que le caracterizaba.

Parece que hemos empezado a tener en cuenta los detalles más poéticos: los amaneceres, los atardeceres, el olor de la hierba mojada, la espuma del café, la lluvia en la cara, los remolinos de hojas en otoño... Pero de las cosas realmente cotidianas, y cosas en el más estricto sentido de la palabra, el tenedor, las bombillas, los imperdibles, los clips, los sobres de azúcar de las cafeterías... son cosas que si desaparecieran seguramente no sabríamos que lo habrían hecho, pero al mismo tiempo sentiríamos su ausencia.



1 comentario:

  1. Acordarse de las cosas cotidianas lleva directamente a pensar en el cuidado de las cosas cotidianas. Implica su trabajo y su tiempo. Durante un largo periodo ha sido tarea de misteriosos duendecillos el airear los edredones, lavar la funda de la almohada, zurcir los calcetines (existen núcleos rebeldes de ese sindicato), batir el cacao para deshacer los grumos... Y esos duendecillos respiran aliviados si al cabo se descubre que cuidando las cosas que nos rodean cuidamos nuestra vida y vivimos mejor.

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