"Es la debilidad del hombre lo que lo hace más sociable; son nuestras comunes miserias las que inclinan nuestros corazones a la humanidad; si no fuésemos hombres no le deberíamos nada. Todo apego es un signo de insuficiencia; si cada uno de nosotros no tuviese ninguna necesidad de los demás ni siquiera pensaría en unirse a ellos. Así, de nuestra misma deficiencia nace nuestra frágil dicha. Un ser verdaderamente feliz es un ser solitario: solo Dios goza de una felicidad absoluta; pero, ¿quién de nosotros tiene idea de cosa semejante? Si alguien imperfecto pudiera bastarse a sí mismo, ¿de qué gozaría según nosotros? Estaría solo, sería desdichado. Yo no concibo que quien no tiene necesidad de nada pueda amar algo; y yo no concibo que quien no ame nada pueda ser feliz".
(Jean-Jacques Rousseau, Emilio)
El egoísmo está considerado una cualidad mala para el hombre. Su estricto sentido de centrarse en uno mismo (ego: yo e -ísmo: practica de) en nuestra sociedad se considera nocivo y te educan para que te fundes en eso. Pero la teoría y la práctica a veces no se llevan del todo bien.
Por ejemplo, en la teoría un padre enseñará a su hijo que debe compartir con sus compañeros sus juguetes, pero luego, en la práctica, no dejará que coja su taza del desayuno porque "es la taza de papá".
Nos convierten en seres materiales, egocéntricos obnubilados obsesionados con un "yo, me mí, conmigo" que le viene muy bien al sistema imperante en el que estamos adheridos pegajosamente, como moscas en una enorme telaraña. "Cada uno con su taza y dios en la de todos", nos dicen subliminalmente; y así cada uno comprará su propia, exclusiva y personal taza de desayuno.
El mundo se llena de hipócritas que hablan de solidaridad y ensalzan el verbo compartir pero que luego no tienen más horizonte que su propia nariz. Nos volvemos mentirosos, y no solo con el resto del mundo, que evidentemente, sino especialmente con nosotros mismos, que es lo grave.
En realidad no somos egoístas, no somos egocéntricos, en realidad somos sistemistas, sistecéntricos, fieles no a nosotros mismos, como nos hacen creer, ni tampoco al resto como pretenden, falsamente, que aprendamos.
Solo somos siervos de un sistema, porque si realmente fuéramos egoístas, nos centráramos en la práctica de nosotros mismos, en nuestro "yo persona", no por ello dejaríamos de lado a los otros. Para ser persona hay que tratar al resto como a personas, ya que si no corres el riesgo de perder tu humanidad y todo lo que ello conlleva: una meta humana, que es tu naturaleza.
Pensemos pues la paradoja: Un sistema nos dice de no ser egoístas para convertirnos en sistemistas a su antojo pero si realmente te centras en cada ser humano como persona, es decir, tratas a los demás como iguales. lo haces por ti mismo, como un completo y auténtico egoísta.
Interesante.
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