20 feb 2014

Salidas de emergencia

"Dedos colocados, deja peso, arco recto... ¡arco recto, he dicho! Venga, concentración, que tú puedes". El yo interior se esfuerza por mantener a flote esa autoestima que pretende bajar en picado y de cabeza al subsuelo en estos momentos críticos.
"Solo es una audición más, con los padres de siempre, ya lo has hecho más veces".
"Y bien que la he liado otras veces".
"Pues haz el favor de relajarte porque eres una exagerada".
Diez minutos antes de salir al escenario, mientras notas cómo tus manos empiezan a sudar y a enfriarse simultáneamente, y tus dedos recorren el mástil, discutes del modo más absurdo contigo misma.
"Te lo sabes de sobra, venga".
"Sí, ya...".
Tu pensamiento, en vez de centrarse en la obra del compañero que va antes que tú y disfrutar de la música, te obliga a apretar la mano izquierda en el puño de la chaqueta para secarla. Respiras hondo y cierras los ojos, pero lo único que consigues es ponerte más nerviosa. Te miras los pies.
"Azul marino, te has traído los zapatos azul marino, ¡que tienes que ir de negro!"
"Hala ya, cállate un rato".
Y todo se queda en silencio, ese silencio que precede al aplauso caluroso y paternal dirigido a tu compañero, ese aplauso que te dice con retintín que es tu turno. ¡Malditas piernas! ¡¿Por qué tiemblan?!
"Bueno venga, eh, sonríe".
Mientras subes las escaleras te acuerdas de Alex, que siempre te dice "Venga, que ahora es cuando nos dejas mal", aunque sabe de sobra que toca genial; de la vocecita de Lydia "Vamos, que vayas a tocar Sarasate y lo vayas a tocar con esa cara de higo..."; de los ánimos de Luis "Venga Ali, que lo vas a bordar", y esas décimas de segundo de recuerdos reconfortantes te quitan el temblor del cuerpo. "Alicia, -me vuelvo, es Diana.- lo vas a hacer muy bien". Y ahí está otra vez la vocecilla interior: "Pues no vas a ser tú la tonta que te diga que vas a liarla, ¿no?".
El escenario está muy alto, uf, demasiado alto, tienes que bajar la cabeza para contemplar las caras de los padres felices y orgullosos. El último pensamiento antes de ponerte a tocar es para Julia. "Yo, la primera vez que subí a este escenario y Diana me dijo cómo me tenía que colocar, lo primero que se presentó ante mis ojos fue el cartelito de 'salida de emergencia' y, mirándolo, toqué tranquila y de un tirón". Allí está, en efecto, el cartelito verde y luminoso. Comienzas a tocar y las piernas amenazan con volver a temblar. Flexionas las rodillas y desafinas un par de notas, quizá hayan sido tres, pero sigues tocando y, como para fastidiar ese desafine ingrato, sonríes al cartelito verde. Siempre hay una salida.


4 comentarios:

  1. No sé si describes mejor "el previo" o los ánimos de los compañeros. Lo que me parece más importante es la conclusión. Gracias.

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  2. El objetivo de Julia está en buscar algo que te abstraiga y deje a los nervios al margen, para que tú te quedes sola con tu técnica y el gusto que te depara la música. Técnica y gusto debe primar sobre todo. Machaca a los nervios que te privan de ese placer.

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  3. Nunca vi ningún cartel verde de salida. Tal vez porque solo conseguía fijarme en el silencio y la oscuridad en el que se sumía la sala llena de butacas ante mí. Tal vez porque en nuestro conservatorio la puerta estava a un lado de la sala, y no delante del escenario. Recuerdo la sensación de la mano sudorosa, resvaladiza (en mi caso la derecha, una vez incluso se me escurrió el arco en la cadencia) y fría, muy fría. Recuerdo el nudo en la garganta en el exámen de sexto. Haberme enfadado conmigo misma porque me falló la memoria y ni siquiera estaba tocando los acordes que hacía el pianista. Pero, mucho más claro, tengo el recuerdo de una obra que me divertía. De aquella vez que conseguí sonreír en el escenario. Ante los focos, con ese sudor frío en las manos, la pianista detrás, la sala llena y ese silencio y esa oscuridad tan pesadas ante mí. Disfruté de la obra. Sonreí mientras tocaba. Y, en la oscuridad, sentí que el público sonreía conmigo.

    No hay nada como conseguir disfrutar de una obra, de tu interpretación, de la música, el tacto de la madera, el peso en el arco, las cuerdas cuando les estampas el dedo encima, y sentir que la oscuridad te devuelve la sonrisa. Deberías probarlo. Y, será que aún lo sentimos vivo cada vez que paseamos por nuestras calles, pero Sarasate me parece una buena forma de intentar conseguirlo.

    Un besazo navarro :)

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  4. Curioso que tu comentario haya aparecido el día en el que tenía la audición de primavera y en la que toqué, como no podía ser de otro modo, la Sonata Primavera de Beethoven. Curioso es también que esta vez, como casi la anterior, he disfrutado tocando, a pesar de las manos frías y el cansino tembleque de piernas, esos nunca me abandonan, son fieles.
    Pero supongo que si faltaran la emoción no sería la misma.
    Se te echa de menos, norteña!

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