24 sept 2012

La sufrida vida del lapicero

Había que dedicarle alguna cosilla a un instrumento tan importante y cotidiano en nuestras vidas como es el lápiz. Sagrado lapicero que tanto has soportado.
Si nos paramos a pensar lo tratamos francamente mal desde el mismo momento en el que nos lo ponen en nuestras manos. Para luego lo que nos ayudan ellos... Así que me he molestado en hacer una modesta coplilla en su honor.

El lapicero

En el colegio, el infante,
con lápiz y pulso diestro
ha estrenado
sus letras de principiante
en un texto que el maestro
le ha dictado.

Lo aprisiona con los dientes
y lo barniza de babas
sin clemencia
y en las fauces de docentes
el lapicero agoniza
de impotencia.

Con el mismo a flor de oreja,
sudoroso, el codicioso
vendedor
hace a la cuenta la vieja
la factura de un ocioso
comprador.

Borra, escribe y se equivoca,
la punta se va gastando
poco a poco
y ese desgaste provoca
que el hombre lo esté afilando
como un loco.


Su vida pasa en carrera
y después no queda nada
¡pobrecito!
Solo un trozo de madera
y una mina despuntada
de grafito.


El lápiz deja que borres
los errores cometidos
y consiente
que los versos que recorres
sean a un tiempo recorridos
nuevamente.

Nuestras vidas son los trazos
de un lapicero al andar
y suscribir
el anhelo de unos brazos
que se tienden al amar
para vivir.


                                Ali


1 comentario:

  1. ¡Qué bonito, un poema al lapicero! Tan cotidiano, tan sin importancia... y tan imprescindible. ¿Cómo se mete una barrita de grafito en un trozo de madera?

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