12 may 2012

El banco de la paciencia


Cuando era niña y vivíamos en otro pueblo mi padre y yo siempre íbamos a esperar a mi madre a la entrada y la veíamos llegar en el cochecito rojo que aún hoy tenemos.
Después de cenar, tomarse el huevo con patatas fritas y el vaso de leche con galletas, mi padre me agarraba de la mano y me llevaba al banco de la paciencia. Era una piedra blanca rectangular que salía del muro en la que cabíamos muy justos él y yo. Cada vez que veíamos unas luces de algún coche que fuera a torcer decíamos: ¿Será el de mamá?

El otro día volvimos a pasar por allí con el coche. Ya no estaba el banco de la paciencia.



No me devuelven un examen. Me quejo. No me habla un amigo. Me quejo. No me contesta un sms. Me quejo. No me dan la comida a tiempo. Me quejo. No me dejan salir hasta las cuatro. Me quejo. No me dan la paga   a primeros de mes. Me quejo. No me da tiempo a hacer las cosas. Me quejo...
¡Cállate pesada!
Nos estamos convirtiendo en unos malditos pesados sencillamente porque no tenemos paciencia. Nos venimos quejando desde tiempo inmemorial de otros. Si no me devuelven un examen es porque el profesor es un lento de remate que no da un palo al agua en su casa. Si no me habla un amigo es que es medio bobo o bobo entero porque yo sí le hablo y él no. Si no me dejan salir hasta las cuatro es que mis padres son unos anticuados que no supieron vivir su juventud y me quieren chafar la mía...

Lo hacemos todo rápido, con prisa, y cuando no nos sale bien nos quejamos, echamos la culpa a otros y nos quedamos ya no del todo a gusto, sino medio a gusto de haberles encasquetado la responsabilidad a otros.

Paciencia señores. Si no te devuelven un examen esperemos hasta que nos lo den y riamos o lloremos entonces. Para qué vas a anticipar las cosas. Mejor recibirlas por sorpresa, que varíe un poco la rutina de la que nos quejamos, también, tanto.
¿Que no te habla tu amigo bobo? pues sí, igual es que es un poco bobo, o igual un buen día tenéis una larga conversación y entonces será mucho mejor que haber cruzado con él un simple "hola, ¿qué tal?".
Y si tus padres no te dejan salir hasta tarde, por dios, un poco de paciencia, para qué vas a salir hasta las tantas si luego no te dejan entrar en ningún sitio. Habrá que esperar un par de añitos. Si luego no es nada. Solo es un poco de paciencia.

Cuando hace unos cuantos años estábamos mi padre y yo sentados en aquel banco y empezaba a refrescar,  la desesperación de no ver a mamá entrar con el coche se incrementaba, me quería ir a casa. Siempre la esperábamos hasta el final y es que él me decía: Paciencia, ya vendrá.


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