Últimamente no se escuchan silencios. Yo creo que es porque no les damos demasiada importancia.
El otro día estábamos en clase de latín y se creó uno. Uno de esos silencios insólitos en una clase de bachillerato. Tan inusual fue que la profesora no pudo evitar sorprenderse grata y emotivamente y me sugirió que hiciera un poema sobre lo que podía inspirarme ese silencio.
Me puse a pensar sobre su significado, y me sorprendí descubriendo lo escasos que son. Me refiero a esos silencios en los que se perciben las repiraciones acompasadas y tranquilas, el aliento de los pensamientos que afloran en la estancia donde se cuela esa armonía muda.
Me da la sensación de que el silencio es como una mano amiga que te ayuda a pensar, que te ayuda a encontrar los recuerdos perdidos que los timbres superficiales no te permiten siquiera buscar. Ese apoyo que te aclara los razonamientos que la emotividad mundana no quiere alcanzar.
Parece que nos quitan esos silencios, que nos aturden con ruidos y músicas continuamente. No nos dan ni un respiro para pensar. Es excesivo.
El silencio es complementario de la música y no podemos permitir que la música se quede coja. Como tampoco podemos permitir que no nos dejen pensar.
Busquemos silencios, aclaremos nuestras mentes y pensemos, pensemos sin parar.
El gusto de escuchar lo que pensamos
Se extrañan los silencios hoy en día
y se extraña el sabor de su esperanza,
pues son los que engendraban la añoranza
de un futuro que nadie prometía.
El silencio la mente esclarecía,
descubriendo recuerdos que no alcanza
ni el timbre de la esquiva remembranza,
ni el fulgor del que brota la alegría.
Nos roban el silencio lentamente,
nos hacen olvidar que razonamos
y solo nos recuerdan el presente
sin mencionar siquiera dónde vamos.
Luchemos porque viva eternamente
el gusto de escuchar lo que pensamos.
y se extraña el sabor de su esperanza,
pues son los que engendraban la añoranza
de un futuro que nadie prometía.
El silencio la mente esclarecía,
descubriendo recuerdos que no alcanza
ni el timbre de la esquiva remembranza,
ni el fulgor del que brota la alegría.
Nos roban el silencio lentamente,
nos hacen olvidar que razonamos
y solo nos recuerdan el presente
sin mencionar siquiera dónde vamos.
Luchemos porque viva eternamente
el gusto de escuchar lo que pensamos.
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